jueves, 3 de junio de 2021

Si terminamos, ¿por qué quiero volver?

Foto de Armand Khoury.
¿Cuántas veces has escuchado la historia de aquella persona que vuelve una y otra vez con su ex pareja? ¿Lo has hecho? ¿Lo has pensado como una opción? ¿Por qué deseamos volver a lugares donde sentimos dolor? ¿Por qué olvidamos todo ese dolor cuando pensamos en regresar a esos lugares?

El otro día escuchaba a una psicóloga hablar sobre el apego al sufrimiento y recordaba varios momentos donde quise restablecer relaciones donde sufrí. No hablo sólo de relaciones amorosas, pues no son los únicos vínculos que generan dolor. Muchas veces uno desea intentar restablecer relaciones de amistad o familiares. ¿Qué nos hace querer volver ahí? El apego al sufrimiento. Y no es que seamos seres masoquistas que nos guste sufrir. En lo absoluto. No se trata de eso. Si se tratara de eso, sólo pensaríamos en los momentos tristes que vivimos en esas relaciones. La realidad es que lo que hacemos es enfocarnos en los momentos felices, como si el dolor que sentimos en su momento, no tuviese ninguna importancia. Si no es por masoquista, entonces ¿por qué es?

La identidad de cada uno está construida en base a los vínculos que establecemos. Desde que nacemos hasta que morimos nuestra identidad cambia, en la medida que cada una de las relaciones que construimos va agregando algo a la persona que somos. A veces son cosas pequeñas, como pasatiempos, y otras veces son cosas grandes, como cuando alguien te ayuda a ser más responsable u ordenado. Somos en la medida que otros son con nosotros. Quien soy tiene relación directa con quien es el otro conmigo y quien soy yo con el otro cuando estoy con él. No somos los mismos en las distintas relaciones que establecemos. Yo no soy la misma persona cuando estoy con pacientes, como cuando estoy con amigas o cuando estoy con mis padres. Y no es que tenga máscaras para relacionarme con los demás, es que hay instancias donde soy más extrovertida, otras donde tengo que ser más seria, y así voy mostrando distintas facetas de mí, dependiendo de con quien esté.

¿Qué tiene que ver esto con el apego al sufrimiento? Muchas veces no queremos soltar aquellas relaciones que nos dañaron porque tememos dejar ir la persona que fuimos. Pensamos que una parte de nosotros dejará de ser. Por lo mismo, sólo recordamos los momentos buenos que tuvimos con el otro. Creemos que, al volver a ese vínculo, seremos esa persona que fuimos en esa relación. Pensamos que nos sentiremos igual de felices como nos imaginamos en nuestra mente. Lo que olvidamos es que no estamos solos en esa relación, hay otro en la diada, y ese otro no siempre será como en nuestra imaginación nos gustaría. Incluso, lo más probable, es que el otro sea el mismo. Y que aquellas circunstancias que desencadenaron el quiebre, vuelvan a surgir, porque en el fondo nada ha cambiado, seguimos siendo los mismos.

Aunque nos duela, aunque nos genere tristeza y llanto, muchas veces hay que soltar y dejar ir. No sólo despedirse del otro, sino también de quien uno fue en ese vínculo. Aunque nos dé miedo, dejar ir una parte de nosotros mismos es la mejor opción. Dejar de ser alguien no significa necesariamente algo negativo, quizás aquella parte de mí que se fue, será reemplazada por algo mejor. Cuando pienso en esto recuerdo un versículo bíblico que predicó mi abuelo una vez:

Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán
Isaías 40:31 | Reina Valera 1960

Mi abuelo me explicaba que las águilas son aves que atraviesan un proceso de renovación. Ellas se aíslan en una montaña alta y pasan aproximadamente 5 meses ahí. Esto lo hacen porque hay un momento donde sus alas se convierten en algo muy pesado, se encorvan y debilitan sus uñas y su pico ya no le sirve, por lo que, tienen que arrancarse parte de estos para que se regeneren. Esto genera mucho dolor y tarda harto tiempo, pero después de todo el proceso, salen renovados, con más fuerza y energía. 

Eso mismo puede pasar con nosotros si atravesamos el proceso de dolor que nos genera un quiebre: saldremos renovados.

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