He estado
leyendo un libro llamado Ambiente Familiar de Maivo Suárez, el cual cuenta
distintos relatos donde las mujeres son protagonistas. Leí un cuento llamado
Escuela de verano. En él contaba la historia de Elena, una niña de 12 años,
quien con sus cortos años ya había fumado tabaco, visto a personas tener
relaciones sexuales y otras siendo víctimas de violencia. Demasiadas cosas para
una menor de 12 años. Cuando vemos adolescentes
embarazadas o niños que delinquen, los responsabilizamos a ellos, como si las
personas fueran seres aislados que no se vieran influenciados por nada. Olvidamos
la complejidad de la vida humana. Ortega y Gasset planteaba la siguiente idea “Yo
soy yo y mis circunstancias”; con esto se refería a que los acontecimientos que
alguien vive, no dependen sólo de él, sino también de las circunstancias que lo
rodean. Eso también incluye a los menores abusadores, a los adolescentes
violentos, a los adolescentes que tienen relaciones amorosas con adultos, entre
otros.
A veces olvidamos la vida
privilegiada que tenemos gracias a la presencia de Dios. Olvidamos que gracias
a Dios tenemos paz, seguridad, consuelo, fuerza, amor, entre muchas cosas más. Pero
ese es un privilegio que tenemos por el hecho de que Dios salió a nuestro
encuentro. ¿Qué pasa con aquellos que aún no le han conocido?
Y como
ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente
reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de
Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los
padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia
Romanos
1:28-31 | Reina Valera 1960