jueves, 25 de febrero de 2021

La mentira del antropocentrismo

Foto de Karina Carvalho.

Según algunos historiadores, la Edad Media se caracterizó por el teocentrismo, es decir, Dios era el centro de todo. La sociedad estaba centrada en Dios. Suena bonita la frase, pero las acciones realizadas en este tiempo dejaban mucho que desear como cristianos. Fue en este período donde se produjeron Las Cruzadas, guerras impulsadas por la Iglesia Católica para "recuperar" la cristiandad en Tierra Santa. Lógicamente, al ser una guerra, hubo mucha muerte. No sé dónde está la parte en la que se incluye a Dios dentro de esa decisión, da para pensar. 

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer
San Juan 15:5 | Reina Valera 1960 (RVR1960)

Posterior a eso, surgió la Edad Moderna, etapa que se caracterizó por el antropocentrismo; pensamiento que consideraba al ser humano como centro de todas las cosas y el fin de la creación. No es mi intención deslegitimizar esta época, ya que, surgieron muchos avances científicos. Por ejemplo, la invención del termómetro, elemento que ha sido trascendental para el ser humano y sus enfermedades. 

Lo que me complica del antropocentrismo de ese tiempo y el actual es que nos ha llevado a pensar que hay cosas donde Dios no tiene injerencia, o que hay cosas que podemos hacer sin Él. 

Dentro de los pasatiempos que tengo, se encuentra la jardinería. A través de esta actividad, he podido aprender que hay plantas que si se separan de su planta original, pueden ser ubicadas en un nuevo macetero y crecen. Este es el caso de las Kalanchoe. Mientras que existen otras que no vuelven a crecer, como es el caso de algunos cactus. Esto también pasa con la vid. 

El pámpano se refiere a la hoja verde de la vid. Una vez que esta se separa de su planta principal, muere. No vuelve a dar fruto. Con esto nos compara Jesús en el libro de Juan. 

Han habido instancias o períodos de mi vida en que todo ha ido tan bien que, sin querer, me he alejado de Dios. He dejado de lado el tiempo para orar o leer la Biblia, para pasar a priorizar otras cosas, como leer libros o pasar tiempo con amigos o familia. Las actividades que han reemplazado el tiempo que apartaba para Dios no necesariamente son pecaminosas, pero sí me han alejado de Él, porque ha disminuido el tiempo que compartíamos. 

La última vez que esto sucedió comprendí que Dios hace lo posible porque volvamos a Él y nos mantengamos ahí. Por otro lado, nosotros (¿o seré solo yo?) tardamos demasiado en volver. Es como si participáramos en una competencia llamada ¿Cuánto tiempo soportas viviendo sin Dios? atravesando una serie de situaciones que nos afectan, pero seguimos adelante sin clamar a Él, porque creemos que podemos aguantar más. ¿Dimensionamos lo tonto que es esto? Alguien nos está ofreciendo ayuda, quiere llevar nuestras cargas y nosotros, en vez de aceptar la ayuda, decidimos seguir solos, aunque esa decisión afecte cada área de nuestra vida. ¿No sería más fácil evitar llegar a una situación límite y volver al primer problema que se nos presente? O incluso, volver cuando nos demos cuenta que no hemos orado o leído la Biblia. 

Les recomiendo no llegar a la situación límite, olvidarse de ese pensamiento engañador que nos hace creer que podemos hacer algo sin Dios y aprender a depender de Él. Les aseguro que los hará sufrir menos. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Querido Lector, por favor deja tu comentario. Será un honor leerte y saber de ti.
Dios te bendiga.