jueves, 2 de diciembre de 2021

Su mirada no cambiará

Foto de José León.
"Ella me hablaba de lo lúcido que estaba su padre de noventa y dos años. El cáncer terminó llevándose su esencia, dejándolo como ido, abandonando de a poco su cuerpo.

Yo no quería seguirle el tema. Mi madre hace años que se fue, pero la herida sigue ahí, asomando un poquito de sangre cada vez que puede, como si no saliera costra nunca. 

Solo atiné a decirle a ella que una nunca estaba preparada para perder a un ser querido, que eso que te dicen "prepárate" es una gran mentira, porque aunque tengas a un ser amado enfermo por años y sabes que se morirá de esa enfermedad, eso nunca te deja listo para verle perder el color en las mejillas de a poco y hasta el brillo de sus ojos al mirarte. Es un momento que no quieres que llegue, que su mirada se vuelva pérdida, una mirada muy diferente a la que te mira en los recuerdos."

Cuando falleció mi mamá no quería estar en la casa. En esa época vivía con mis padres. Hasta ahora la casa se mantiene en su mayoría como la llevaba ella: llena de adornos y plantas.

Mi duelo no sé cuánto habrá durado. Ella partió con el Señor hace ya doce años. Pero no pude llorar hasta un año y medio después de que se fue. Lloré en el cementerio, sentada en la tumba de mi madre y mi abuela. Conversé con ella, aún sabiendo que no está ahí, porque es lo que creo, que solo su cuerpo está en la tumba, tampoco creo que me cuida desde el cielo, sino que ella está descansando, esperando que Cristo venga por segunda vez para luego vivir por la eternidad a su lado.

La primera vez que perdí a alguien fue a mi abuelo. Tenía once o doce años, tampoco lloré al momento de que él falleciera, lloré al mes después. Recuerdo que me estaba cambiando zapatos y vi una imagen en mi mente cuando mi abuelo reparaba los suyos. Creo que lloré una media hora sin poder contenerme.

Nunca tuve pensamientos en contra de Dios, ni le reclamé por qué se los llevó. Pero la negatividad me llenó de todas formas. En el caso de mi madre, ella agonizaba. Abrí la Biblia y leí en Eclesiastés, en el capítulo 3 que se titula "Hay un tiempo para todo". Pero después de su funeral es como si no hubiera leído nada. Mi comportamiento cambió, no quería llegar a casa e inicié una relación con alguien no cristiano, que no respetaba mi fe ni mis costumbres ¿Cómo llegué a ese punto? Me alejé de Dios. No quería aceptar mi nueva realidad. 

Cuando lloré la muerte de mi madre, encontré consuelo en Dios, su palabra me llenó y con los años, cuando la recuerdo, junto con ella viene a mi el versículo de Eclesiastés 3:2

Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Eclesiastés 3:2 | RVR1960

Dios desde un principio me ofreció la esperanza de que veré nuevamente a mi madre y no lo acepté la primera vez. Gracias a Él, mi Dios, por darme una nueva oportunidad de aceptar su regalo y saber que no sólo la veré a ella, sino que también a mis abuelos y amigos.

El consuelo de una pérdida siempre lo encontrarás en Dios. Él nos promete una vida eterna junto a Él. Tengo la certeza de que veré nuevamente a mis seres amados que descansaron en Cristo, sé que su mirada de amor no cambiará.

Como siempre te escribo: Búscale.


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