jueves, 25 de noviembre de 2021

Infancias transgredidas, adulteces no sanas

Foto de Arwan Sutanto.
He estado leyendo un libro llamado Ambiente Familiar de Maivo Suárez, el cual cuenta distintos relatos donde las mujeres son protagonistas. Leí un cuento llamado Escuela de verano. En él contaba la historia de Elena, una niña de 12 años, quien con sus cortos años ya había fumado tabaco, visto a personas tener relaciones sexuales y otras siendo víctimas de violencia. Demasiadas cosas para una menor de 12 años. 

Cuando vemos adolescentes embarazadas o niños que delinquen, los responsabilizamos a ellos, como si las personas fueran seres aislados que no se vieran influenciados por nada. Olvidamos la complejidad de la vida humana. Ortega y Gasset planteaba la siguiente idea “Yo soy yo y mis circunstancias”; con esto se refería a que los acontecimientos que alguien vive, no dependen sólo de él, sino también de las circunstancias que lo rodean. Eso también incluye a los menores abusadores, a los adolescentes violentos, a los adolescentes que tienen relaciones amorosas con adultos, entre otros.

A veces olvidamos la vida privilegiada que tenemos gracias a la presencia de Dios. Olvidamos que gracias a Dios tenemos paz, seguridad, consuelo, fuerza, amor, entre muchas cosas más. Pero ese es un privilegio que tenemos por el hecho de que Dios salió a nuestro encuentro. ¿Qué pasa con aquellos que aún no le han conocido?

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia
Romanos 1:28-31 | Reina Valera 1960

Con esto no quiero decir que todas las personas que viven sin Dios son avaras o soberbias. Lo que deseo transmitir es que al estar lejos de Dios nos encaminamos hacia un actuar individualista, donde dejamos de pensar en el otro, donde nos enfocamos en lo que nosotros queremos. Si a eso le sumamos la labilidad emocional y lo influenciable que son los niños y adolescentes, tenemos un resultado poco alentador. Hay tanta fragilidad a esta edad, que incorporarle la inseguridad y maldad del que habita sin Dios, sólo genera efectos desastrosos.

La inteligencia emocional tiene relación directa con las experiencias de aprendizaje vicario, es decir, con lo que observo de las personas que considero significativas. Elena a sus 12 años vio a fumar tabaco a su niñera; ella la invitó a probarlo y Elena lo hizo. Elena a sus 12 años vio a su niñera practicando el coito con un cliente, mientras se supone que la cuidaba. Elena a sus 12 años vio como a su vecina la golpeaban y la trataban de prostituta; su esposo era el victimario. ¿Qué le deparará el futuro a Elena? Una vida muy compleja, quizás con muchas malas decisiones. Quizás un embarazo adolescente, alguna infección de transmisión sexual, ser víctima de violencia verbal, física o sexual, y quizás cuánto más.

¿Basta con comprender esta realidad? No. El hecho de que tengamos el privilegio de tener a Dios y todas las añadiduras que con eso vienen, nos deja una tremenda responsabilidad.

Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra
Hechos 13:47| Reina Valera 1960

El evangelio no se trata de mí, sino de que todos seamos salvos, de poder permitirles a otros vivir la misma vida tranquila y segura que hemos hallado en Dios. Más allá de eso, en Dios hemos hallado salvación, hemos hallado paz, hemos hallado una luz hacia donde caminar. ¿No debiésemos hacer lo posible para que otros encuentren lo mismo? Eso también permitiría menos infancias vulneradas, y adulteces más saludables emocionalmente. 

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