jueves, 11 de noviembre de 2021

Fuego

Foto de Maxim Tajer.

Esa mañana oré a Dios de una forma en que no lo había hecho. Tenía 11 años y estaba haciendo aquella oración al final de la iglesia, donde las bancas de color rojo y sin respaldo eran apoyadas en las paredes laterales. Esa tarde recibí el fuego, sentí que algo entró en mi pecho y comencé a llorar. No supe que era el fuego hasta que una anciana de la congregación me lo dijo al terminar la reunión de ese día domingo. Los días siguientes fueron para mí muy especiales, andaba contenta, daba saltos al caminar y elegía mi ropa con cuidado porque quería andar linda, todo acorde a mi nuevo estado.

A diferencia de hoy, este tema se hablaba mucho en el pasado: el temor de Dios (no miedo), de respetarle porque no solo es amor, sino fuego consumidor. En la actualidad no se habla mucho de estos temas en las iglesias y redes sociales, mayormente se habla de las increíbles cosas que Dios puede hacer con nosotros.

Mi primera experiencia con Dios fue a los tres o cuatro años más o menos, me habló a través del Espíritu Santo. En esa ocasión  mi papá consiguió trabajo, había estado casi todo el año trabajando como taxista, con el finiquito del trabajo anterior tuvo que pintar de taxi el auto familiar. Cuando nos dio la gran noticia, era diciembre, y comencé a saltar diciendo: “El Viejito Pascuero (Santa Claus) le dio trabajo a mí papá”, de pronto sentí una presencia en mi oído derecho, que sin hablar, me dijo “Fui yo”, mientras sentía esa voz que no me hablaba (es muy difícil de explicar) me quedé quieta, cuando terminó de decirme que fue Él, comencé a saltar de nuevo gritando “Diocito le dio trabajo a mi papá”.

Desde esos tiernos años supe de la presencia de Dios. Que Él era el que nos daba todo, que si estábamos bien era por Él y que si teníamos problemas en casa nos ayudaba a enfrentarlos. No recuerdo que alguien me dijera a esa edad que Dios me podía hablar directamente, cuando crecí lo escuché muchas veces, pero para mí fue algo que me marcó hasta ahora. Sé que el Espíritu Santo está ahí, constantemente, que me habla sin voz y me dirige cuando le busco con ahínco.

Ahora tengo cuarenta y un años, aún existen cosas de Dios que son incomprensibles para mí.

Cuando mi mamá pedía justicia a Dios, era "a la antigua', con esa fe que tenían los hijos de Dios hace años, no como la fe intelectual de hoy, si no esa que tenían las personas que no sabían la o por redonda, porque eran analfabetas, como mis abuelos, en donde todo les era revelado directamente a través de visiones a plena luz del día. Los hijos de Dios en la antigüedad oraban cada vez que podían y pedían poder, también justicia.

Ahí hago ingreso a un tema que no entiendo (¿Leíste “No entiendo a Dios”? te dejo el link en las recomendaciones de la semana), sé que va a una esfera más alta de mi comprensión.

Te cuento lo que me pasó: Estoy con licencia en casa, siempre tratando de mantenerme conectada con Dios, en una práctica constante ya que hay demasiadas distracciones en la actualidad. Lavo los platos, de pronto vino a mi una advertencia, una persona que consideraba mi amiga del trabajo  y me alejé de ella (el motivo es que consulta a brujos mensualmente y tiene una afilada lengua para hablar con los demás). Vino a mí clamor cuando apareció su imagen de ella en mi cabeza. Le pedí a Dios que protegiera a mi familia y a mí de ella. Al mes me enteré de que la despidieron del trabajo ¿Coincidencia? Yo creo que no.

Y cualquiera que fuere piedra de tropiezo a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atara una piedra de molino al cuello, y fuera echado en el mar.
Marcos 9:42 | Biblia del Jubileo (JBS)

En el último tiempo he tenido la necesidad de entregar todo a Dios, ya que han pasado situaciones difíciles en el ámbito espiritual. Incluso había olvidado esa parte en la Biblia que dice que Dios es fuego consumidor, Dios justo.

Cuidemos lo que hablamos. Que el fuego que esté en nosotros sea el del Espíritu Santo y no el que encendemos con nuestra lengua a la que la dejamos actuar como si tuviera vida propia y no pudiéramos controlarla.

También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
Santiago 3:6 | NVI


QUERIDO LECTOR, ESTA SEMANA TE RECOMIENDO


Lectura Extra

No entiendo a Dios, por la psicóloga Tabita Campos de Fragante Perfume.


Lectura bíblica

Hay que domar la lengua | Santiago 3:1-12, Nueva Versión Internacional.

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