jueves, 2 de septiembre de 2021

La crisis epiléptica del cristiano

Foto de Vladislav Babienko.

Hace algunos días me subí al auto de mi papá y vimos como una persona en el paradero de la micro (bus) caía y empezaba a convulsionar. Salimos corriendo y le brindamos ayuda, hasta que llegó una ambulancia a socorrerlo. La imagen de la persona cayendo no ha podido salir de mi mente. 

Hace algunas semanas en mi trabajo tuve que evaluar a una paciente con epilepsia. Ella estaba postulando a una cirugía cerebral, con el objetivo de reducir las crisis epilépticas. Yo le pregunté por qué quería realizarse esta cirugía. Ella me respondió que era porque le angustiaba la pérdida de control de su cuerpo. Eso me hizo pensar que muchas veces como cristianos perdemos el control de nuestra vida y seguimos como si nada. Realizamos acciones que van en contra de lo que Dios considera correcta, y no nos detenemos a reflexionar, ni menos nos arrepentimos de lo que hemos hecho. 

Ordena mis pasos con tu palabra, 
y ninguna iniquidad se enseñoree de mí

Salmos 119:133 | Reina Valera 1960

Como seres mortales que somos, vamos a pecar muchas veces, mas no podemos usar eso como excusa para mantener una vida pecaminosa. El pecado no puede ser mi Señor, no se puede adueñar de mí. Eso sería como la persona con epilepsia que no puede controlar su cuerpo. 

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio
2° Timoteo 1:7 | Reina Valera 1960

El control de mi cuerpo no depende de mí, sino de la presencia del Espíritu Santo. Cuando uno lee sobre el fruto del Espíritu Santo, se encuentra con la templanza. La templanza se refiere a la capacidad de modular los sentimientos, apetitos y debilidades, con el fin de buscar el bien para Dios. Tal cual dice la palabra, esto es fruto del Espíritu Santo, es el resultado de la presencia de la tercera persona de la Trinidad. En la medida que buscamos a Dios, el fruto del Espíritu Santo va floreciendo, llevándonos a controlar aquellas pasiones que nos alejan de Él. 

Esto no se trata de que no vamos a pecar, sino de que no convertiremos el pecado en un constante. Ahí radica el problema. Este aparece cuando disfrutamos tanto del pecado que lo hacemos un constante. Buscamos la forma de justificar el pecado, porque en el fondo sabemos que está mal, pero no lo queremos abandonar. Queremos recibir los beneficios de ser hijos de Dios, sin renunciar al pecado. 

Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca
Apocalipsis 3:16 | Reina Valera 1960

Debemos tomar una decisión frente al pecado; nos dejamos envolver por él o nos decidimos por Dios. No podemos quedarnos en la mitad. ¿Qué decisión tomarás?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Querido Lector, por favor deja tu comentario. Será un honor leerte y saber de ti.
Dios te bendiga.