Foto de Kyle Cleveland. |
Cuando comencé esta sección, partí abordando el tema de la depresión. En ese momento, expliqué que esta enfermedad era más que no tener ánimo o sentir pena; implicaba una serie de síntomas asociados. Uno de estos era la anhedonia, que coloquialmente se conoce como la pérdida del disfrute o placer.
Cuando una persona tiene depresión, le cuesta disfrutar las actividades que realiza, incluyendo aquellas que en algún momento le fascinaban. Esto puede involucrar variadas áreas: ocio, sexo, comida, deportes, trabajo, estudios, etc. Recuerdo que cuando estaba en la universidad un profesor dijo una frase que aún recuerdo: la angustia lo cubre todo. Eso pasa con la depresión; la angustia no permite sentir otra emoción. A veces se dan pequeños espacios donde se presenta otra emoción, pero pasan los minutos y la angustia se vuelve apoderar de la persona.
Podríamos plantear diferentes factores causantes de la anhedonia, como algún déficit hormonal, problemas sociales, eventos traumáticos, pérdidas, lejanía de Dios, y así muchos más. Pero no sé si eso solucione el problema principal que nos convoca.
Siempre recomendaré asistir un profesional de la Salud Mental cuando nuestro estado anímico no se encuentre bien. Esto no se trata de que debamos ser felices todo el tiempo, sin embargo, cuando la emoción que siento empieza a afectar mi desempeño y algunas áreas de mi vida, es necesario buscar ayuda profesional.
Desde la primera publicación de Cristo Freudiano he querido dejar en claro que la psicología es un gran complemento de la fe y viceversa. Por lo mismo, quisiera pasar a exponer qué rol tiene Dios en la pérdida del disfrute.
Las circunstancias de la vida muchas veces generan que uno se sienta triste, que uno pierda la capacidad del goce. La alegría ya no se siente de forma tan intensa; pareciera que solo se sonriera con los labios, no con el cuerpo completo. Como aparece en la película Comer, rezar y amar: "hay que reír hasta con el hígado". Muchas veces se nos hace difícil esto. ¿Qué dice Dios frente a esto? Él me hará descansar. Si uno analiza la figura del pastor y sus ovejas, el pastor sacia todas las necesidades de su rebaño; no existe algo que el pastor no deje cubierto de su animal. Para que pase esto, la oveja debe reconocer la voz de su pastor. A través del reconocimiento de la voz, la oveja se acerca a su pastor para satisfacer sus necesidades: seguridad, alimentación, abrigo, afecto, entre otras. Al igual que este animal, debemos acercarnos confiadamente al Padre para hallar pronto socorro a nuestra necesidad.
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