jueves, 7 de enero de 2021

Dios es mi rey soberano

Foto de Mitya Ivanov.

Los comienzos de año están llenos de esperanza: las personas hacen proyectos, escriben sus metas, incluso lanzan globos al cielo con sus deseos. Todo esto con el objetivo de que se cumpla lo que anhelan.

Hay un aprendizaje que me marcó el 2020, es que nuestros proyectos pueden cambiar de forma inesperada. Quizás algunos tenían indicios de que se vendría una pandemia, pero nadie dimensionaba todo lo que podía conllevar. Teníamos claro que las cosas no serían como siempre, pero no al nivel de lo que realmente ocurrió.

Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos
1° Crónicas 29:11 | Reina Valera Actualizada (RVA)

Hace algún tiempo conversaba con una amiga sobre algo que yo anhelaba. Ella me decía “amiga, decláralo”. Yo le dije no creo en esas cosas. Me preguntó por qué. Yo le expliqué que en mi fe no creía que uno podía intervenir en algo la voluntad de Dios. Y no lo digo porque crea ser una esclava de Dios o porque piense que, si no estoy de acuerdo con Él, me va a hacer algo. No se imaginan la cantidad de veces que me he quejado con Dios. No se trata de no poder estar en desacuerdo con Él, sino, más bien, de confianza absoluta.

Dios tiene muchos atributos; es omnipotente, omnisciente, misericordioso, entre muchas cosas más. Hay un atributo específico que nos cuesta aceptar: Dios es soberano. En lo particular, es un atributo que me encanta. Cuando me suceden situaciones desfavorables, siempre recuerdo que Él es soberano, que Él tiene el control.

Mi papá tiene una frase que me hace reír mucho, pero es muy real: cuando nos sucede algo que no nos agrada, no es como que Dios se distrajo con algo y no se dio cuenta lo que nos estaba pasando, Él estaba mirando lo que atravesábamos. Encuentro irrisorio pensar que Dios se distrajo con algo, pero muchas veces eso es lo que creemos. Nos imaginamos a Dios no teniendo idea de lo que estamos viviendo. Si Dios es soberano, tiene muy claro lo que nos sucede, incluso aquello que pasará más adelante.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados 
Romanos 8:28 | Reina Valera Actualizada (RVA)

Hay instancias en las que la soberanía de Dios aparentemente no nos beneficia. No obstante, lo que hace Dios, siempre nos ayudará para bien.

Muchas veces hemos escuchado o leído este pasaje bíblico y nos quedamos con la idea de que lo que Dios haga siempre será una bendición. No niego que eso sea así. Pero no hay que olvidar la segunda parte: esto es para aquellos que han sido llamados hijos de Dios. Dios siempre tendrá el control, y sin importar lo que suceda, sus hijos siempre estarán cuidados bajo su alero de bondad. No es un beneficio para todos, aunque a muchos les gustaría que esto fuese así. Y no es porque Dios sea egoísta, sino porque el vínculo que se establece con Dios es una relación que requiere compromiso. Él nos cuida, nos protege, y todo redunda en bien porque somos sus hijos. Tenemos una relación con Él que se basa en que en algún momento lo reconocí como mi Padre y a su Hijo, como mi Salvador. Sin eso, no hay vínculo, por ende, no hay beneficio.

Cierro esto mencionando algo que una vez me explicó mi madre: “tú no vas a ir a hacerte cargo del hijo del vecino. Quizás un día puedes comprarle algo o alimentarlo, pero no te harás cargo de todo su cuidado. ¿Por qué no lo haces? Porque no es tu hijo. Eso mismo pasa con Dios. Dios no se hará cargo de ti si no lo reconoces como Padre. Él no se va a preocupar de alimentarte, vestirte, protegerte, ni estar pendiente todo el tiempo de ti, si no lo reconoces como Padre. Sin eso, no puedes ser su hijo(a), ni recibir todos los beneficios de esa herencia”.

Te invito a tener presente esto al inicio de este año. Quizás tengas muchos proyectos y sueños, pero al final el que dice la última palabra siempre será Dios, porque Él siempre querrá lo mejor para mí. Sin importar lo que suceda, si soy su hijo(a), Él siempre obrará a mi favor. 

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