Foto de Simon Hajducki. |
Daniela es una paciente que atiendo. El otro día estábamos en una sesión y me dijo: “Yo prefiero dejar pasar las cosas, me resbalan”. Claramente no le resbalan, o no saldrían esos temas en terapia (aclaro que, por confidencialidad, cambio todos los datos de mis pacientes).
A lo largo de los años, la
psicología ha buscado estudiar la forma en la cual los seres humanos enfrentan
sus dificultades. Lazarus y Folkman, en el año 1986, plantearon el concepto “estrategias
de afrontamiento”, describiéndolo como herramientas que desarrolla cada persona
para manejar las situaciones que considera estresantes.
A pesar de que la descripción
suena muy individualista, la realidad es que la forma en la cual cada uno
enfrente las situaciones complejas, va a depender de las interacciones que haya
tenido a lo largo de su vida.
El otro día leía una publicación de Facebook sobre esto, Sebastián León, Doctor en Psicología, escribía lo siguiente:
“Uno de los indicadores de salud mental es nuestra capacidad para sentir y pensar de manera integrada, como el oxígeno y el hidrógeno que conforman el agua de nuestra experiencia en el mundo. La capacidad para sentir-y-pensar (lo escribo de esta manera para enfatizar su integración) tiene por condición previa una crianza suficientemente amorosa, respetuosa, segura, disponible y protectora. Cuando en la crianza hay violencia, inseguridad y abandono, el sentir-y-pensar se corta y se transforma en un sentir-o-pensar: hay niños que se protegen a sí mismos renunciando al sentir y refugiándose en el pensar, mientras que otros amplifican el sentir y reducen o anulan el pensar. Entonces tendremos a adultos con mucha inteligencia cognitiva, pero desconectados de su mundo afectivo e interpersonal. Y también tendremos a adultos que con frecuencia se desbordarán afectivamente, siendo impulsivos e incapaces de reflexionar a tiempo acerca de sus estados emocionales.”
Muchas veces he escuchado
personas refiriéndose a sí mismos como fuertes, porque las cosas no les
afectan. Otros cargan con esas imposiciones a sus hijos diciéndoles: no llores.
No se imaginan el daño que le están haciendo y/o se están haciendo a sí mismos.
Jesús, siendo Dios, lloró. Lloró
por su amigo Lázaro que había muerto. Algunas veces se cree que las personas
que lloran son las más débiles. No me imagino a Jesús siendo débil.
Darle un espacio a lo que sentimos es la mejor forma de enfrentar las cosas. No es de débiles. Requiere mucha valentía tener la capacidad de sentir. Pero las emociones no se pueden dar solas, lo más saludable es que vayan unidos a un pensamiento, a una vivencia.
Como psicóloga no doy consejos, no es parte de mi rol como psicoterapeuta. Sin embargo, si hay algo que podría recomendar para enfrentar lo que sea que traiga el 2021, es sentir y pensar de forma integral. Si enfrentamos algo difícil, sintamos la emoción que surja en el momento, y después reflexionemos por qué habremos sentido eso. Eso aplica para todas las cosas que nos afectan: duelos, despidos, crianza, pandemia, etc. Lo mejor siempre será unir la mente al corazón (o a donde sea que se alojen las emociones y sentimientos).
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