jueves, 2 de enero de 2020

¿Qué es lo que tengo?

Foto de  Jackson David.

Son pasadas las 19 horas. Estoy lavando los platos en mi hogar. Comienzo a preguntar a Dios:

¿Qué es lo que tengo? —le pregunto con algo de aflicción—. Después de todo este tiempo ¿Qué es lo que tengo de ti?

En 2018 enfermé, estrés agudo fue el diagnóstico. Estuve con licencia médica 5 meses, el único remedio efectivo fue leer la Biblia y por primera vez, estudiarla. Eso me acercó a Dios y fue mi cura.

Sin embargo, ahora me encuentro lavando los platos, tratando de buscar alguna alabanza en mi cabeza, sin encontrar ninguna y clamo a Dios. El Espíritu Santo trae a mí recuerdos de la niñez:

Es verano en Santiago de Chile, faltaba poco para que se terminaran las vacaciones y volver a clases. Mi abuela materna, Sofía, está sentada en un sillón junto a la puerta.

Yo, de más o menos 10 años de edad, entro al living con un cuaderno forrado en mi mano, y le digo a mi abuela:

Güely, le puede poner mi nombre al cuaderno.  En realidad yo solo quería tener algo de mi abuela, por eso se lo pedí.

Ella toma el cuaderno y recibe el lápiz que le doy. Me mira con algo de vergüenza en su rostro y me dice:

Es que... yo no sé escribir.

Luego veo otro recuerdo: Mi abuelo orando, con sus brazos apoyados en el suelo.

Mi querido abuelo Carlos, agricultor de oficio, había conocido al Señor después de los 50 años de edad. En la iglesia que se congregaba, él pertenecía al Grupo de Visitadores, por eso siempre oraba e iba a las casas de las personas enfermas. Cuando hacían las visitas, veía en algunos, no en todos los moribundos, una hermosa flor en su pecho. Se preguntaba qué significaba esa flor, por qué la tenían solo algunos. En sueños Dios le mostró que esa era a Rosa de Sarón, el sello, y que solo los hijos de Dios la tenían, y serían salvos.

En esa época poco o casi nada se hablaba del Espíritu Santo.

¿Qué es lo que tengo? —fue mi pregunta, y estos recuerdos pasaron por mi mente muy rápidamente con un mensaje atado a ellos. Porque después de aprender más de Dios ¿Qué me queda?

Tengo la herencia de mis abuelos, que siendo analfabetos creían sin titubear en Dios. Tenían una fe inquebrantable, y de formas muy diferentes reflejaban el Espíritu Santo en todo lo que hacían en sus vidas. Como se decía en esa época poco letrada, pero llena de poder: el Señor estaba con ellos.

¿Qué es lo que tengo?

Los recuerdos que tengo de ellos están cargados de la enseñanza de Cristo, una actitud triunfadora en nuestro Señor Jesús, haciendo refleja en sus vidas todas las enseñanzas que contienen los evangelios. Mi abuelo nunca los leyó, pero el Espíritu Santo le corregía en todo y lo corregía cuando pedía algo equivocado.

¿Qué es lo que tengo?

EN DIOS CONFÍA; QUE {le} LIBRE ahora SI EL LE QUIERE; porque ha dicho: "Yo soy el Hijo de Dios."
Mateo 27:43 | La Biblia de las Américas

El ejemplo de una abuela que encaraba a sus hijos y nietos a la menor duda que mostrábamos ante el poder de Dios, y nos hacía reaccionar, siendo firme en su carácter.

¿Qué es lo que tengo?

El ejemplo de mi abuelo, orando, orando, orando. Siempre que veía a mi abuelo, él estaba en la iglesia o en su casa, orando.

¿Y qué les dejaré a mis hijos?

Aún no los tengo.

La familia por parte de mi madre actualmente no tiene analfabetos. Todos fueron educados con alguna formación académica ¿Y qué tenemos? ¿Tenemos la misma fe que ellos? ¿Esa fe inquebrantable, que tenía toda seguridad puesta en la respuesta y el poder de Dios? Tenemos más comodidades para vivir ¿pero tenemos ese consejo de aferrarse a Dios a flor de labios cuando compartimos algo para comer en familia?

A pesar de que mis abuelos no tenían educación académica, el mismo Dios lo educó. Eran personas, que al ser llamados Hijos de Dios, eran un ejemplo. Personas respetadas por sus vecinos por como cuidaron de su familia hasta el último día, dejando nietos en el conocimiento de la verdad de nuestro Señor Jesucristo.

¿Qué es lo que tengo?

El deseo de ser como ellos, de seguir sus pasos, de no fallar en mi fe, de no flaquear y de no renunciar nunca al vivir esta fe maravillosa en Dios, en mi amado Salvador Jesucristo.

Pero, si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás.
Deuteronomio 4:29 | Nueva Versión Internacional (NVI)


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