Foto de Blake Cheek. |
Leyendo la palabra de Dios me encontré con lo siguiente:
Al leer estas líneas recordé todas las
veces que he leído lámpara en la palabra de Dios, el primer versículo fue:
Luego recordé la
historia de las diez vírgenes (te dejo la lectura en las recomendaciones de la
semana, al final de este post) y en lo que les pasó a las insensatas por ser
inconscientes e irresponsables. No quiero ser como ellas.
En la lectura de Éxodo, con que se comienza este post dice “… deberán mantenerse encendidas de noche y día…”, comparando con la parábola de las diez vírgenes es lo contrario de lo que hicieron las insensatas, porque no tomaron el aceite para mantener sus lámparas encendidas ¿Cuál es el problema con que se apaguen? Podrías preguntar. Cualquier lámpara que esté apagada no ilumina, por tanto, no podemos ver en la oscuridad ¿no es obvio? Pero… ¿Cómo lo aplico a mi diario vivir?
Estar lejos de Dios es tener nuestra lámpara apagada,
caminamos a ciegas en la oscuridad, sin saber con qué podremos tropezar, sin
embargo, si mantengo mi lámpara encendida para iluminar por donde voy (“… Lámpara
es a mis pues tu palabra…”) con la palabra de Dios, sabré siempre por dónde ir,
cuándo huir de mis impulsos al pecado, de las tentaciones.
Cuando se busca algo perdido se ilumina bien para buscarlo, cuando
haces vigilia a la espera de algo, o incluso para conversar con los amigos, siempre
se ilumina. La luz del sol da vida, provoca la fotosíntesis en las plantas, no
podemos vivir sin luz.
Si leemos con atención la palabra de Dios, ella es la luz que
nos muestra por donde ir. En el texto inicial de éxodo, en donde Moisés
escuchaba las instrucciones de Dios para el templo, le dijo que debían estar
encendidas siempre y el pueblo debía encargarse de proporcionar el aceite para
ello. Nuevamente comparemos con la historia de las diez vírgenes, ellas se
quedarían sin aceite porque no se preocuparon de tomarlo. Sus lámparas se apagarían,
se quedarían a oscuras, sin el novio, sin Jesús, el que, como puedes leer y
comprender en la Biblia, se muestra desde el antiguo testamento: Jesús es
nuestra luz.
Y como siempre, retornamos a lo mismo: buscar a Dios depende
de nosotros. La salvación nosotros debemos tomarla. Para lograrlo recurrimos a la
panacea que aparece en el 90% de los posts de este blog: lectura de la palabra,
oración, ayuno. ¿Lo mismo para todo? Pues sí, esa es la forma de buscar a Dios.
La maravillosa palabra, de donde surgen infinitas enseñanzas
que van ligadas unas con otras, en diferentes situaciones y, sin embargo, van a
lo mismo, a nuestro entendimiento. Todo con el objeto de buscar a Dios en todo aspecto de
nuestras vidas. Por tanto, debemos tomar nuestra identidad en Cristo y sostenerla
firme.
Al buscar a Dios tendremos confrontación con el enemigo. Dios
advierte en su palabra, que mantengamos nuestras lámparas encendidas, para que
no demos cabida a la oscuridad. Otro ejemplo es la usar la armadura de Dios, para
resistir el día malo y a pesar de sufrir un ataque, mantenernos firmes. La palabra de Dios
dice que Él está con nosotros, pero no dice que nos evitará la confrontación ni
las pruebas, debemos pasarlas, superarlas, ser purificados, y luego
resplandecer aún más.
Después de la lucha viene la victoria, pero antes: la lucha.
Mejor enfrentar la lucha con lámparas encendidas, para ver por donde viene el enemigo.
Mejor esperar al Señor con aceite extra para nuestras lámparas, no sea que no le veamos cuando venga y lo dejemos pasar, como les pasó a las vírgenes.
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